Una hermana, de esas que son para siempre.

sábado, 2 de abril de 2011

Dudé antes de pronunciarlas.



-Ven-pidió en voz baja-.Necesito hablar contigo a solas.
Me gustó cómo me tomó de la mano y me llevó senda arriba hacia la cumbre de la montaña de cuyo interior brotaba la fuente del río.Estabamos frente a frente, separados por un paso de distancia, como si cada uno esperase un gesto del otro.Había una cosa que me habría gustado mucho, pero nunca me habría atrevido a proponer.Y entonces él, y pensé que le querría por toda mi vida, lo dijo con toda naturalidad: -¿Me das un abrazo?-. Nos abrazamos.Levanté la mirada hacia él, sus ojos sonreían y yo habría querido quedarme así por mucho tiempo, jugando a mi viejo juego de verme reflejada en otras pupilas.Pero el tiempo corría en nuestra contra y suavemente él deshizo el brazo.
+Me gustaría ir a verte algún día.
-Y a mí me encantaría que vinieras pero no es fácil.
+No, no es fácil.
-Prométeme que harás todo lo que puedas para que volvamos a vernos.
+Prometido.
-No estés triste.
+Aún tengo que pedirte una cosa, David.Esta noche no vengas a la estación, sería muy triste, vamos a despedirnos aquí,ahora, y el resto del día lo dejamos para cosas alegres.
-Es una buena idea, pero no nos diremos adiós nos diremos hasta luego.
+Hasta luego.
Todavía otras palabras acudieron a mis labios .Dudé antes de pronunciarlas y cuando lo hice él ya me daba la espalda.
+Te quiero.
Ignoro si llegó a oirme, puede que sí y que tomase mis palabras como un juego, en cualquier caso, no hubo respuesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario